Llevo viviendo fuera de casa casi 5 meses (con Navidades por medio) y
siempre he querido empezar un blog para mí misma, para ir releyendo a medida
que van pasando cosas. Sobre todo quiero tener un bonito recuerdo de esta
experiencia, en la que a veces me cuesta no acordarme demasiado de mi querida
Valencia. Pero siempre quise salir de allí, de la ciudad que me ha visto crecer
durante mis 22 años de vida. Siempre he querido experimentar, salir de la
rutina, cambiar gentes, escenarios y ambientes, echar de menos mi casa, mi
familia y amigos y ponerme a prueba a mí misma. Todo ello aun siendo consciente
de lo casera que soy pero sabiendo que si no vivía algo así, con la suerte que
es poder permitírselo y las cosas que sé que aprenderé consciente e
inconscientemente, me iba a arrepentir toda mi vida. Y lo he hecho porque
quiero. Porque desde que terminé el colegio y empecé la universidad he querido
vivir en mi propia piel lo que es salir del nido durante mucho tiempo y cambiar
de país. Nunca es tarde para empezar a escribir, o para darse cuenta de que
escribir no solo es necesario, sino que también placentero. Quiero ir leyéndome
a medida que mi vida en Groningen va avanzando. Quiero comparar situaciones,
quiero ver cuando se vaya acercando el final que cosas eran las que escribía
cuando aún tenía mucho camino por delante.
En los 4 meses vividos fuera he sido una persona distinta a la que conozco
en Valencia. Es muy común no hallarte a ti mismo en otra ciudad porque es muy
fácil ser quien eres con la gente que te ha hecho ser quien eres. Pero cuando
desaparecen de tu ángulo de visión, cuando no los escuchas reír ni te dan la seguridad
de que por muy malo que sea el chiste siempre sabrán que justamente contaste
ese chiste por lo malo que era, cuando no puedes tocar a los que te siempre te
elevan con un simple abrazo… es ese preciso momento en el que te das cuenta de
que tu vida empieza de cero con otro escenario y otros personajes que te
acompañaran durante meses. Es importante darte cuenta lo antes posible de hasta
qué punto cambiará tu vida, pero saber que siempre podrás volver a la tuya y
serás exactamente la persona que dejaste allí. Tu cambio siempre dependerá de
las experiencias que vivas en el exterior, pero en el fondo estarás siendo tú
mismo. Por suerte he podido comprobarlo cuando volví a Valencia por Navidad.
Nada cambió, todo el mundo estaba igual y se me olvidó rápidamente mi vida en
Groningen. Se me hacía tan lejana que me dio miedo que se acercará el día de
volver. Estuve tan a gusto en mi casa que me sentí cobarde. Cobarde porque
quería quedarme, porque todo era mucho más fácil, porque pensé que una
experiencia de 4 meses tampoco estaba tan mal. Pero no podía decir todo esto en
voz alta. No podía decirlo porque habría sido muy injusto para mi madre, quien
jamás entendió mi decisión por irme tanto tiempo (10 meses no es tanto tiempo,
pero sí lo es al compararlo con los 5 meses que iban a ser de partida). Siempre
quise irme un año, hasta que me fui. Tampoco era justo porque realmente aquí en
Groningen no estoy mal. En la residencia estoy a gusto, he conocido a chicas
con las que paso los días, aunque a veces siento que no pertenezco a sus
mundos, pero al fin y al cabo hemos encontrado cierta compenetración. Tengo a
alguien con quien contar y ellas cuentan conmigo. Pero no son mi secta, mi
mundo, ni de lejos. Menos mal que desde que lo sé, soy consciente de que nadie
será ni me hará sentir jamás la felicidad que siento cuando estamos todas
juntas.
El caso es que no tengo derecho a quejarme, porque he hecho exactamente lo
que siempre quise hacer. Y ahora sé que si de mí dependiese, mi vida se quedaba
en Valencia. Que a partir del año que viene quiero volver a vivir allí. Que
quiero acabar mi formación en mi ciudad y vivir allí. Que si de mí dependiese,
y espero que pueda depender de mí, mi vida han sido mis 22 años de vida. Esto
que estoy viviendo es algo necesario para darme cuenta de lo mucho que quiero y
lo mucho que necesito mi antigua vida. Jamás me voy a arrepentir de esta
experiencia y la voy a disfrutar al máximo, porque estas cosas solo se viven
una vez. Y siempre daré las gracias a este año de mi vida por ayudarme a ver lo
que no podía ver atrapada en Valencia.
La universidad de aquí me asusta bastante. Mañana tengo una reunión con el
profesor que me ha propuesto proyectos y tendré que decidir ya cual haré a
partir de febrero. Me da mucho miedo el hecho de hacer el proyecto. Tengo miedo
de fallar, de no ser capaz, de no entender o de necesitar alguien detrás de mí,
o simplemente a mi lado, para explicarme lo que no entiendo. Siempre he tenido
apoyos en la carrera, siempre he tenido ayuda cuando no sabía hacer las cosas.
No quiero sentir que me creí demasiado por pensar que podría lograrlo sola y
fuera. Me da miedo no volver con la carrera acabada y no poder empezar el
Máster en Diseño de Interiores que tanto ansío hacer. Por poder especializarme
en lo que de verdad me gusta, porque aquí la universidad me aleja de mis
preferencias y me lleva en otra dirección. Lo aguantaré porque es lo que he de
hacer, pero tengo una voz en la cabeza que constantemente me recuerda que nunca
quise hacer un proyecto de fin de carrera como el que estoy a punto de empezar. Miedo es no estar motivada con mi
trabajo, hacer algo a disgusto y hacerlo mal por consecuencia. Tendré que dejar
ver estos primeros meses, hasta marzo, para ver cómo voy avanzando. Ojalá pueda
leer este texto ya con 23 años cumplidos y que no haya ido tan mal. Ojalá no se
cumplan todos mis miedos.
Por otro lado tengo muchísimas ganas de que vengan a verme mi gente. Mi
madre, mi padre, mi hermana y Thomas, mis amigas e incluso mis tíos. Serán
rupturas en mi rutina que me harán sentirme más yo, cuando aquí no logro
encontrarme a mí misma muchas veces. Encuentro a otra yo, que no me disgusta
tampoco, pero aun no le tengo confianza. Y la confianza aporta toda la
comodidad, comodidad que echo en falta. Quiero enseñarles como me he hecho al
lugar, como he conseguido que mi habitación sea acogedora para mí y como estoy
viviendo y aprendiendo a caminar sola.
El erasmus es una experiencia única. Hay que vivirla. Hay que exprimirla. Y
hay que conocerla a fondo para que cuando estés de vuelta al lugar que echas
tanto de menos, llamado “casa”, te des cuenta de que este lugar de dio luz
durante 1 año importantísimo de tu vida. Echaré de menos estos pasillos que
ahora mismo tanto aborrezco. Echare de menos la bici pintada de amarillo que
ahora mismo tanto me cuesta coger. Echare de menos la gente que he conocido, a
ellas, cuando aquí hay veces que las echo de más. Echaré de menos hasta la
cocina compartida. Echaré de menos levantarme y saludar a todo el mundo. Por
eso prefiero ser consciente, escribirlo y saber que lo supe. Quiero salir
ganando de esta.
Feliz 2015 en Groningen
No hay comentarios:
Publicar un comentario